Aleer el título el título de este texto sabemos que los antimadridistas, que son muchos, pegarán el salto y hablaran “pestes”, como se suele decir cuando hay algo o alguien con lo que no están de acuerdo, de este periodista. Pero, por favor, hagamos un alto en el camino para poder hacer una aclaratoria: hablábamos del equipo blanco en la Champions League, ese torneo consagratorio, el imperio del fútbol europeo, en el que el Madrid es quien ha ocupado durante casi toda la vida el anhelado trono.
Algunas veces toma vacaciones, pero vuelve a la carga y por el puesto de afuera rebasa y saca a sus oponentes varios cuerpos de ventaja. “Ay, cómo duele”, dicen los incondicionales del club de Chamartín, y le echan en cara a los del Barcelona sus logros indiscutibles: son 15 los trofeos de campeones que reposan en sus lujosas vitrinas, por los cinco del acérrimo y ancestral rival español. Y por cierto, el Atlético de Madrid, su adversario de ciudad, está perseguido por las malditas sombras del maleficio: después de haber llegado tres veces a la final, nunca ha podido coronarse.
En el partido del miércoles los rojiblancos probaron de esto: en algún momento igualaron, pero se les vino encima la historia para dejarlos, desamparados, con una derrota incuestionable.
Son dos las dimensiones envueltas en la esencia del Real Madrid. Pierde con el Betis, un buen equipo pero que no es tomado entre los mejores de la liga, y luego, cambiando su sangre, transfigurando su “yo madridista” de maquinaria humana y terrestre en una escuadra fuera de este mundo, se convierte en el llamado mejor equipo de todos los tiempos.
Viéndolo bien, es un caso que va más allá más allá de toda comprensión. ¿Cómo puede transformarse así, aun con los mismos jugadores y con idéntico uniforme? ¿Cuáles son los valores que afloran y se introducen en las mentes, sin importar sus nombres, de aquellos hombres? ¿Por qué les da lo mismo jugar en su estadio que afuera, sin darle importancia a las multitudes en su contra? ¿A qué huele el perfume de esos futbolistas?
El fenómeno ha sido diana de estudios de sicólogos y seguidores del comportamiento humano, cada uno con sus teoremas, cada cuál con sus propuestas, aunque sin que se haya dado con una explicación absolutamente convincente y, por ello, sin poder conseguir el antídoto eficaz para neutralizar tanto triunfalismo. Se discute, se polemiza, se extralimita el fútbol para tratar interpretar diversas disciplinas de la ciencia, pero sin que se llegue a un argumento de convicción.
Y mientras unos y otros se desviven por demostrar sus razones, el Real Madrid transita feliz por su ruta victoriosa. Mientras tanto, el Barcelona monta su emboscada pensando con rabia en el eterno desquite, y el Atlético de Madrid pone trampas en el tupido bosque de su ambición. ¿Es posible vencer al club del Santiago Bernabéu?
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